miércoles, 21 de septiembre de 2011

Pablo Motos tenía razón

Hace unos años leí un artículo de Pablo Motos que advertía acerca de los peligros de salir de marcha con treinta y tantos. De hecho, explicaba concienzudamente las razones por las que era mejor no hacerlo a partir de ciertas edades. Pues ya en mis cuarenta (de treinta y tantos, sólo el buen recuerdo), con una hija en mi vida y un alquiler al que tengo que hacer frente todos los meses, la noche ya no es lo mío. Pero la añoranza te empuja, de vez en cuando, a desafiar al destino.

Y aprovechando que era San Mateo y que dos de mis mejores amigos del otro lado del charco me visitaban, conseguí, no sin inconvenientes burocráticos previos –llámese negociación–, un pase pernocta, que es más difícil que hacerte con un visado para Uzbequistán. Y arrancamos dispuestos a comernos el mundo, a bebernos hasta el agua de todos los floreros y a meternos al catre ya de día, después de las vaquillas y de un buen chocolate con churros. Nada más alejado de la triste realidad.

La noche comenzó bien. Tres amigos que no se veían desde hace tiempo y que recordaban viejas historias del colegio, algo que se repite cada vez que nos juntamos y que, definitivamente, nuestras mujeres no toleran. Los vinos de la Laurel nos pusieron en sintonía. Incluso, disfrutamos de la primera y la segunda copa en bares con música de los 80, como no podía ser de otra manera.

Todo iba bien, éramos los dueñ
os del universo hasta que decidimos pedir la tercera en un local, cuyo nombre no quiero recordar, en donde choqué con una chica. «Perdone, señor», me dijo la mocosa con piercings, ante las risotadas de mis colegas. Y no sé si fue la educada impertinencia de la señorita, a la que seguramente doblaba la edad, o el garrafón en el ‘ronconcocacola’, pero a partir de allí todo fue cuesta abajo. Y esas cosas acaban mal. De hecho, por los suelos. Ahí fue a parar uno de mis colegas después del famoso: «A que no hay huevos de...». El resultado: acabamos llegando a casa, efectivamente, de día. Pero sin churros ni vaquillas sino tras pasar por Urgencias, donde cosieron la mano que mi amigo se cortó en su periplo por el pavimento de la plaza del Mercado, donde le di la razón a Pablo Motos.

Columna publicada en el suplemento de San Mateo de Diario La Rioja el 20 de septiembre de 2011. Dedicada a Pablo y al Negro

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Estamos viejos amigo. Hace rato que no termino mal abrazo de gol lulo

Anónimo dijo...

Pues a mí no me pareció verte tan fuera de juego, te recuerdo como en mi período de prácticas; eso sí, un poco más padrazo. Jajaja...
Un besazo M! (A tus colegas también)

Fdo: La chica de los piercings a la que no le doblas la edad (que más quisiera ella)

Oli dijo...

Jajaja, qué risa cuando vi esta foto el otro día en el periódico... Mucho mejor tu bichilla en la portada del suplemento hoy!

He echado mucho de menos este año las migas del PR y todo lo que esa cita conllevaba... Un besazo my friend,

Oli

laleydelmal dijo...

Me ha costado reconoceros, bastante.

Francisco Equiza dijo...

bufff, qué razón tienes, y eso que no has hablado de la RESACA, últimamente ya intratable. Yo ya no metabolizo el garrafón de la misma manera. Al día siguiente lo paso mal. pero la cualpa no es de la edad, es de que ya no entrenamos 2/3 días a la semana como hacíamos en tiempos... ;-)

Anónimo dijo...

Pues es cierto que llegas a una edad que es mejor evitar ciertos lugares de marcha, pero bueno después de un par de vinos de rioja la noche se ve de otro color y oye si te lo pasas bien, pues que te quiten lo bailado.