viernes, 30 de octubre de 2009

Hasta la médula

El jetlag es cosa del pasado. Ya soy un argentino más después de una semana y media, tres aviones, varios asados, muchos litros de malbecs, cabernets y merlots, helados de Freddo, pizzas a la parrilla, empanadas caseras, el calor del hogar, la familia, la vieja, los suegros, encontrarme con mis raíces... Vuelvo a ser un boludo más, que está obligado a no respetar el ceda al paso ya que es un absurdo icono colocado en un cartel (porque sino te pasan por encima); dejé de tener móvil, ahora uso el celular; no digo 'talogo' al despedirme porque con un chaucito me basta; el 'vale' lo reemplacé por el 'che' y el 'tío' por el boludo; y en vez de un apretón de manos, saludo a mis amigos con un beso.

Dejé de conducir, ahora manejo mi auto; tampoco cojo nada, lo agarro; miro gratis por TV todos los partidos de fútbol que quiero; me cago en los K, en los Rodríguez Saa y en toda la maldita clase política que hace excepcionalmente buena a la de España; me como un alfajor cuando me dan ganas, que acompaño con un buen mate, aunque hagan los 43 grados que nos golpearon ayer en Villa Mercedes. Estoy feliz con los míos y me pone contento saber que no he llegado ni al ecuador de mi viaje, que todavía no me he reencontrado con los chicos (Lulito, feliz cumple y abrazo de gol) y que aún me queda mucho por engordar. Dejo algunas postales del viaje, que no tienen desperdicio, sobre todo la última, en la que una madre y tres de sus hijos optimizan las virtudes de una Zanella 49 cc.





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jueves, 15 de octubre de 2009

Pese a Maradona


Argentina ya está en el Mundial de Suráfrica, algo que hace poco era casi impensable. El equipo albiceleste de mis amores le ganó por la mínima con un gol del desconocido Mario Bolatti, en el clásico rioplatense, a otro equipo más mediocre, como es Uruguay, en un escenario difícil como el Centenario de Montevideo, donde arrastrábamos una sequía de 33 años sin victorias. Argentina jugará la próxima Copa del Mundo, pese a lo endeble de su juego, a su inexistente táctica y a un planteamiento poco riguroso, ladino y sonrojante, que saca de quicio a cualquiera. Argentina es mundialista, pese a sus miserias; pero, sobre todo, pese a Diego Maradona.

Es que después de patentar la clasificación en ese soporífero encuentro, volvió a ser noticia, una vez más, el otrora barrilete cósmico, que tanto nos hizo vibrar en 1986, 1990 y 1994. Y esta vez en su peor versión. Después del pitido final, todo un país sintió vergüenza. No por el bochornoso abrazo con Bilardo y el baile hooliganesco que ambos ejercitaron en el centro del Centenario a lágrima limpia. Ese fue sólo el prólogo de un cúmulo de despropósitos (y van...) con el que Maradona buscó vengarse de quienes criticaron su gestión al frente del seleccionado bicampeón. Delante de los micrófonos, sin clase, lamentable, impresentable, exasperante, el ex astro del fútbol, a quien cada día le toleramos menos las irritantes salidas de tono y su altar de semidios comienza a desmoronarse como un endeble castillo de naipes, arremetió contra los periodistas, convirtiendo su discurso en auténticas venganzas personales.

Unas bravuconadas que tardaron segundos en recorrer el mundo, que no entiende cómo un descerebrado puede despacharse con tanto desparpajo. Porque Maradona poco habló de los indescifrables cambios que hizo ni de la táctica ilógica desplegada. Mostró su peor rostro, incontrolable, inestable, maleducado, revanchista y atormentado. Es que el ex D10s tiene miedo. Es consciente de que su reino está cada día más destrozado y es desde su propia locura cuando el muchacho de Fiorito se miente a si mismo y pretende hacer lo mismo con todos nosotros. Cree que la clasificación, que con los jugadores que tiene por ahí debería estar garantizada, le da derecho a enviar a compañeros de profesión a succionar miembros masculinos por ahí.

Si hay algo que está chupado es que si Argentina, una selección que muestra la misma imagen paupérrima que el país, sigue así, nos volvemos de la tierra de Mandela a la primera de cambio. Y si no se va, nos podemos dar por muertos. Es que el mejor de todos los tiempos dentro de una cancha, es el peor fuera de ella. Algo irrefutable, que ni la clasificación puede maquillar.

A Sudáfrica nos vamos


Para los que creían que éramos una banda (que lo somos); para los que pensaban que el 10 no lo iba a hacer (entre los que estaba yo); para los que consideraban que sólo nos faltaba ladrar (guau, guau); para los que la sonrisa se les borró al ver el golito de Bollati (era la primera vez que lo veía jugar al tip'o este de Huracán, lo juro); para los que se reían de Diegote cuando hizo el avioncito después del gol de Palermo (lo intento, pero es una imagen que tengo grabada en la retina y que no olvidaré jamás); para los dos Sergios, que aguantaron estoicos un verdadero bodrio; para los que creen que las dos estrellas que brillan sobre el escudo de la AFA no pesan nada; para los amantes del buen fútbol; para los argentinos, en general, les anuncio: falta un día para mis vacaciones!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

pd: Ahhhhh, y nos clasificamos para el Mundial, algo que quienes me conocen saben que nunca puse en duda. Por cierto, hay alguien que me debe una cerveza...

domingo, 11 de octubre de 2009

La mística, 25 años después


Entre las dos imágenes de abajo hay 25 años de diferencia. El escenario es el mismo; el rival, el mismo; el objetivo, el mismo; el sentimiento, el mismo; el último grito desesperado cuando creíamos que nos quedábamos afuera, exactamente idéntico, pero un cuarto de siglo después. Sólo cambian los jugadores: los que estaban en la cancha en 1985 algunos son ahora entrenadores, y tanto antes como ahora, nadie daba un centavo por ellos.

En 1985, el equipo era Fillol, Passarella, Maradona y una banda de forajidos. Y terminamos siendo campeones del mundo. Ayer, en el Monumental estuvo Aimar, De María, Mascherano, Messi y una jauría de perros, pero que tienen la camiseta argentina puesta. Falta un pasito todavía, el miércoles contra Uruguay, en Montevideo. Pero para aquellos que quieren que Argentina no esté en Sudáfrica, especialmente los que tengo que aguantar diariamente, nos avalan dos estrellas que tenemos sobre nuestro escudo. Y estoy seguro que allí estaremos. Y, les aseguro, será otro cantar. ¡¡¡¡¡Vamos Argentina, carajo!!!!!




miércoles, 7 de octubre de 2009

La política, en llamas

El alcalde de Logroño, Tomás Santos; el delegado de Gobierno, José Antonio Ulecia, y el presidente de La Rioja, Pedro Sanz, auntor de la frase: "Destrás de mí, no (habla nadie)". La foto es de Jonathan Herreros.

Andan nuestros políticos un poco alterados últimamente, pese a faltar bastante -más de año y medio- para someterse a las siguientes elecciones autonómicas y locales. Sólo hay que ver cómo se las traen los responsables 'populares' del Gobierno regional con los socio-regionalistas del Ayuntamiento, entre la paralización del sur de la capital, la chulesca ecociudad o el desafiante rechazo municipal a la solicitud de reparcelación del Hospital San Millán.

Todas las semanas vemos cómo las siglas políticas se elevan por encima del sentido común o del bienestar de los ciudadanos, que es correcto recordar, les han puesto donde están. Da igual de qué se trate. Pisotean, de todos lados, el respeto a las instituciones, pasándose por el arco del triunfo (electoral) los buenos modales y, sobre todo, la educación.

Después del aplauso del PSOE riojano a la indicación Viñedos de España; de los supuestos contratos de gente afín al PR para la Fundación Logroño Turismo sin proceso de selección; de la absurda abstención del PP para apoyar a un compañero de Corporación que ha sufrido una seguidilla de actos vandálicos o del espectáculo dantesco que se ofreció hace unos días en las obras del soterramiento, en donde se escuchó alto y sonoro que detrás del presidente no hablaba nadie, ayer vivimos la última ridiculez en materia política.

Mientras los retenes sofocaban los montes cercanos a Ezcaray, a alguien del PP se le ocurrió reclamarle explicaciones a la Delegación del Gobierno, como si fuese el propio Ulecia quien estuviera, mecha en mano, avivando el fuego, cuando es nuestra política y sus actores quienes están en llamas.